Flecha de Griezmann a Zidane

Mientras quede aliento, mientras quede esperanza, mientras queden minutos hay que creer en este Atleti. No hacerlo sería de locos. O de inconscientes. El derbi de ayer sería un buen argumento, pero basta con mirar a su banquillo y ver a Simeone. Hubo quien no lo hizo. Hubo quien dudó. Se hablaba del cansancio, de ese vuelo que aterrizó en Madrid de Holanda el jueves a las seis de la mañana, del barbecho de Griezmann o del desierto en el gol. Y fue Guti, encima, y le echó gasolina. “Ningún futbolista del Atlético podría jugar en el Madrid. En mi época un derbi era un partido fácil”, decía, pero la realidad es que sus botas hace años que cuelgan y, entre su época y la de ahora, ese hombre que ayer vestía de negro en el banquillo visitante le ha dado la vuelta a la historia.

Porque ayer el Cholo volvió a hacerlo. Desarbolar al Madrid en su campo, con 13 guerreros que uno ya tampoco podría imaginarse sin otra camiseta que la rojiblanca. Porque allá donde hay cansancio ellos, los rojiblancos, siempre le ponen épica. Y qué bello resulta verles hacerlo. Ayer los guantes de Oblak, Augusto (so-ber-bio) y la capa de Griezmann espantaron las dudas. Volvió a ponérsela el francés el día que debía, cuando su equipo más lo necesitaba, ante quien fuera su espejo. Curioso. Si hace diez años, Grizi, en uno de sus primeros partidos como recogepelotas de la Real le pidió a Zidane su pantalón (lo guarda como un tesoro en su museo de Macon), ayer el hombre en que se ha convertido aquel niño mató al ídolo. Le bastó una flecha: la disparó con la izquierda, directa al corazón.

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