Sobre la suspensión del Bélgica-España

Al cierre de esta edición empezó a trascender un rumor que pronto fue adquiriendo carácter de noticia: el partido de Bruselas se suspende. Los responsables de seguridad capacitados para ello no vieron prudente que se jugara. Es una decepción, pero hay que dar por buena la decisión de quienes están facultados para adoptarla. España había acudido, se movió entre extremas precauciones, se entrenó ayer en un ambiente lleno de blindajes y cautelas. Nuestros jugadores, como los belgas, estaban dispuestos a jugar, pero las condiciones no lo hacen aconsejable. No habrá, pues, partido.

El fútbol va a ser un objetivo sensible en este conflicto. No es fácil meterse en un estadio con un cinturón de bombas, pero sí lo es hacerlo estallar en sus proximidades, a la entrada o a la salida. La Célula del Centro de Crisis del Ministerio del Interior belga ha encontrado causas de riesgo en este partido. Hay una conexión conocida entre los ataques a París y las células ‘yihadistas’ que se incuban en Bruselas, particularmente en su barrio de Molenbeek, ayer peinado por las fuerzas de seguridad. Aún no han aparecido todos los causantes de la masacre y hay razones para temer una réplica en Bruselas.

Un partido menos, pues. Podremos pasarnos sin él. Es un indicador de que vienen días difíciles, de que vivimos un estado de excepción, o quizá sería más apropiado decir que un estado de guerra. Mientras esto dure, perderemos cosas más importantes que uno, dos, varios o muchos partidos de fútbol. Mientras esto dure, será importante aceptar con seriedad las decisiones de quienes tienen la competencia para adoptarlas, competencia que les hemos otorgado nosotros, desde la libre expresión democrática de nuestra voluntad. Y confiar en que llegará un día en que todo esto sólo sea un mal recuerdo.

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