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El Polo Norte es un asunto de familia

El festival de cine de Berlín iniciará dentro de unos días su 65ª edición con la última película de Isabel Coixet Nadie quiere la noche. Una buena noticia para nuestra vapuleada industria cinematográfica y también una oportunidad para recuperar a un personaje de la Edad heroica de la exploración polar tan poco conocido como fascinante: Josephine Peary. Coixet la convierte en protagonista de un duro viaje más allá del Círculo Polar Ártico al encuentro de su marido, el explorador norteamericano Robert Peary, para compartir los dos juntos el éxito de haber llegado al Polo Norte Geográfico, algo que Peary diría haber logrado el 6 de abril de 1909. Desde luego, Jo, como la conocían familiarmente, se había ganado con creces compartir esa gloria.

Cuando se casó con el teniente de la marina Robert Peary, en 1888, ella ya era consciente de que también lo había hecho con el sueño de él: la conquista del Polo Norte Geográfico. Pero no lo vivió como una carga conyugal sino como una aventura en la que quería participar. Y vaya si lo hizo. No dudó en acompañarlo en sus expediciones preparatorias en el norte de Groenlandia. Aprendió a cazar, a vestirse con pieles, a manejar trineos de perros y a soportar los interminables meses de la noche invernal polar en la bahía McCormick. Con estas expediciones Peary pretendía sobre todo adquirir experiencia y conocimientos de los inuits, habitantes tradicionales de esas tierras polares. Un aprendizaje nada fácil y que le costó la amputación de varios dedos de los pies.

En la segunda de estas expediciones, Josephine Peary daría a luz a una niña, que la prensa se apresuró a llamar ‘The Snow Baby’ (la niña de la nieve) y fue el título de la narración que la propia Josephine escribió sobre esa experiencia. También publicó un diario de sus experiencias en el Ártico al tiempo que, ya de vuelta en Estados Unidos, ayudaba decididamente a su marido a encontrar patrocinadores y apoyos para la empresa familiar en que se había convertido la conquista del Polo Norte. Para que por fin Robert Peary pudiera escribir: “¡¡¡Al fin el Polo!!! El premio de tres siglos, mi sueño y ambición durante 23 años. Mío al fin...”. Sin embargo, la polémica sobre ese triunfo surgió desde aquel mismo instante pues su compatriota Cook reclamó para sí ese honor, —según él logrado un año antes— y ha continuado hasta hoy, en el que los mayores especialistas dudan que efectivamente Peary pisase los 90º Norte. Además sus oscuros negocios con el Museo de Historia Natural, los manejos con la poderosa National Geographic para que influyese a su favor y el maltrato a los esquimales, terminaron por dar una imagen del explorador norteamericano más cercana a la de un mentiroso racista sin escrúpulos. Una imagen poco heroica.