El diván de los periodistas en Teresópolis

Apreciado Charles Miller, debería usted pasarse por las instalaciones de la Confederación Brasileña de Fútbol de Granja Comary en Teresópolis. En medio de montañas impresionantes y de una naturaleza exuberante a casi 900 metros sobre el nivel del mar, la CBF se ha construido el sueño de cualquier director deportivo. Todo allí es un espectáculo. Desde el bar de zumos, hasta la barbería donde los periodistas se afeitan por la patilla, perdóneme el chiste fácil. Debería pasarse, señor Miller, por las ruedas de prensa que dirige Rodrigo Paiva como si estuviera oficiando la subasta de un Modigliani en Christie’s. En un atril, con un pinganillo en la oreja y un micro conectado a su walkie-talkie se comunica con sus ayudantes que van pasando el micrófono.

En la sala, hay dos tipos de preguntas. Las de los periodistas no brasileños, que van al grano y que saben lo que quieren, y las de los periodistas locales, que acostumbran a ser el triple de largas que las respuestas que provocan. Eso en el mejor de los casos.

Uno tiene la sensación de que ahí los periodistas van a explicarle su vida a los jugadores cuando debería ser justo al revés. Tú ves a un periodista dando un discurso de tres minutos y al jugador de turno poniendo cara de que le interesa mucho la perorata de su interlocutor, asintiendo de vez en cuando con la mirada perdida en el fondo de la sala para concluir contestando “que el fútbol es así, estoy preparado para lo que me pida el míster y que sólo pensamos en el próximo partido”. No dan titulares, pero los periodistas salen felices como si hubieran ido al psicólogo.

*Charles Miller desembarcó en 1894 en el puerto de Santos con dos balones de reglamento. Se le considera el introductor del fútbol en Brasil.

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