Michael Schumacher, adicto al riesgo

Michael Schumacher, un grande en la historia del deporte, topó con una roca. La noticia pareció en principio poco más que una anécdota: un esquiador amante del riesgo que sale de la pista en busca de emociones mayores. En este caso era Schumacher, pero las consecuencias no parecían graves. Luego empezaron a llegar noticias inquietantes, cada vez más, hasta el estado de coma y ese parte del hospital universitario de Grenoble que termina en un inquietante ‘continúa en situación crítica’. Todo el mundo del deporte mira hacia allá, en busca de la difícil noticia de un vuelco feliz de la situación.

Me preguntaba ayer cuántos kilómetros habrá hecho Schumacher a velocidades temerarias, cuántas curvas habrá tomado al límite, cuántos adelantamientos dejándose las pegatinas, o llevándose puestas las de otros. Cuántas salidas de pista, también. Y durante cuánto tiempo todo ello. Me preguntaba también si después de media vida en el vértigo y en el riesgo se puede hacer la otra media sentado junto a una chimenea, leyendo, viendo la televisión, escuchando música, viendo crecer a los hijos y contando cómo pasan los días, sin otra cosa que hacer que recordar el pasado glorioso.

No, no se puede, supongo. No se libera uno de la adición al riesgo así como así. Schumacher se retiró en 2006, volvió en 2010. Antes de eso ya fue atendido por un accidente grave en moto en el circuito de Cartagena. Ha sufrido caídas serias en Superbikes. El riesgo siempre como compañía. Ayer buscaba emociones fuera de pista, algo realmente peligroso. Cinco esquiadores han muerto esta semana en Francia haciendo lo mismo que él. A Schumacher no le asustó ese dato. Hay que tener algo extraordinario para ganar siete mundiales de Fórmula 1. Algo que nadie puede quitarse de encima así como así.

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