Arbeloa, en el papel de su vida

El gol es objeto de máxima veneración en el fútbol. Y por eso los defensas, sus principales detractores, quedan en la memoria colectiva cuando hacen el trabajo de otros y se acercan a él. Benito jugó más de 500 partidos con el Madrid, pero para la historia quedó su gol al Oporto. A Lasa le dio mayor gloria su tanto desde más de 60 metros al Sevilla que su irregular carrera en el equipo. Arbeloa rindió anoche al Bernabéu desde la mitad de campo que peor domina.

Un gol en los terrenos del nueve, un penalti no pitado, un zapatazo que debió entrar y una asistencia a Di María en un Madrid con diez, recompuesto, lo que le llevó a empezar en una banda y acabar en la otra. Un recital de aquello por lo que no le pagan. Arbeloa es más jugador de técnicos que de afición, escolta de Mou y acechado por un competidor de juego más vistoso. Pero el Bernabéu, que es más de Iscos, celebra también que a un gregario le encaje por un día el zapato de cristal.

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