Y ahora viene Caparrós...

Trece segundos, como las barras de su camiseta. El tiempo de un respiro duró el Betis en el Vicente Calderón y más allá de la sonrojante goleada, lo peor para los verdiblancos está en las sensaciones y las consecuencias de una jornada que le deja en puestos de descenso por primera vez durante la era Mel. No puede decirse que no lo merezca: no hay intensidad en el juego, ni futbolistas que dibujen un panorama mínimamente esperanzador en el horizonte.

Lo tiene el Betis, más allá del cumplidor Molina, un delantero que haga olvidar aunque sea a ratos a la estrella Rubén Castro. Al canario se le espera para el derbi, pero hasta entonces quedan partidos de sobra que pueden hundir más aún a los verdiblancos y hacer que el peligro, como casi siempre ocurre en Heliópolis, cristalice en desgracia. El jueves llega al Villamarín el Levante de un antagonista que suele amargar al Betis, Caparrós. Una final contra el peor enemigo posible.

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