Lo que dice el doble cero

Dentro de todo no hay un pequeño sí, dice el filósofo Emilio Lledó. El sí fue Puyol, que regresó como si fuera un chiquillo (eso decía Martino) a jugar el primer partido de su vida en Primera. No falló nunca, ni desfalleció; un mérito mayor de un capitán extraordinario. El resto fue un no absoluto, en el que casi todas las cosas que pasaron, en uno y en otro bando, conspiraban para que un partido que parecía prometer competición y armonía terminara siendo una balacada infame, como dice Maldini.

No hubo inspiración y por tanto no hubo estilo; Neymar pareció, al principio, el ángel guardián del estilo que el Barça acaricia desde hace años, pero esa luz de la vela se quedó sin gas. Y el apagón fue tan general que al final contagió al futbolista en el que los barcelonistas confiaban para abrir un hueco en medio de tanto túnel. La confusión parecía producto del azar, pero en el fútbol el azar o procede de la belleza o se convierte en garantía de la mediocridad. Que el Barça necesitado de orden prescindiera de Xavi y mantuviera a Cesc en su peor encuentro muestra a un entrenador confundido ante la avalancha de noes que fue el encuentro de anoche. Nunca un cero (un doble cero) estuvo mejor puesto.

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