NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Unos últimos metros muy diferentes

Actualizado a

Hablo con mi amigo Iván Vallejo de su última expedición al Everest. Este excepcional montañero ecuatoriano –ha ascendido los 14 ochomiles- con talento de poeta para narrar sus aventuras me cuenta que decidió retirarse cuando ya había superado los 8.700 metros de altitud, porque una compañera se encontraba mal y optó por darse la vuelta para acompañarla durante el descenso. Algo que habla a las claras de lo que significa para mi amigo el equipo, el alpinismo y la seguridad de su gente. Iván es de los pocos alpinistas del mundo que ha logrado subir al Everest dos veces, por la vertiente sur y norte, sin utilizar bombonas de oxígeno. Sin embargo estaba muy contento porque tres de los cinco compañeros que formaban su equipo sí que consiguieron hacer cumbre sin ayuda de oxígeno suplementario, lo que es todo un hito para el deporte ecuatoriano, y para el alpinismo en general, porque hay muy pocos casos similares. Pero los medios de su país han preferido darle toda la relevancia a la cumbre conseguida poco antes por Paulina Aulestia, convirtiéndose así en la primera mujer ecuatoriana que pisaba la cima del mundo. Por supuesto que no quiero quitar la importancia que tiene a esta ascensión. Pero, ¿los tres compañeros de Iván y Paulina han llegado a la misma cumbre? Yo creo que no, puesto que Paulina Aulestia ha estado utilizando oxígeno desde los 7.000 metros durante toda la ascensión, renunciando a él tan sólo “durante los últimos metros”. Puede ser hasta comprensible que el “ser la primera mujer ecuatoriana” en el techo del planeta cegase al cronista ante cualquier otra menudencia como debió ser a sus ojos el que usase botellas de oxígeno. Sin embargo, esa laxa visión no se aplica a otros deportes, pues habría que leer las más que justificadas diatribas de ese mismo periodista si su selección nacional de fútbol hubiese ganado un partido jugando con trece o un ciclista compatriota se hubiese agarrado al coche de equipo para ganar una etapa. Simplemente si se aplicasen las normas de la Agencia Mundial Antidopaje, en cuanto al consumo de sustancias prohibidas o “el enriquecimiento artificial de la sangre del deportista”, las listas de ochomilistas se quedarían notablemente adelgazadas. Esta falta de rigor tan generalizada hace un flaco favor al alpinismo donde el cómo se logra es igual de importante, o más me atrevo a decir, que el triunfo en sí mismo y el Everest está siendo un paradigmático ejemplo. No son en absoluto iguales esos “últimos metros” para alguien que lleva semanas aclimatándose y trabajando en la montaña, con las manos desnudas confiado a sus propias fuerzas, que para quien se ha estado sirviendo de auxilios artificiales para recorrer ese mismo camino. Puedo asegurar que esos últimos metros por encima de los 8.500 metros, respirando a pulmón libre y mirando un mar de montañas, y la cabeza con la suficiente claridad para darse la vuelta, renunciando a la gloria de tener tres Everest sin oxígeno por la seguridad de una amiga, representan el mejor ejemplo del Sentimiento de la Montaña. Es el verdadero alpinismo. Parafraseando al despiadado pistolero Jules, protagonista de “Pulp Fiction”: “…no es la misma liga, ni siquiera es el mismo deporte.