NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El equipo francamente enfermo

Las noticias sobre mi muerte, dijo Mark Twain ante rumores fatales, son francamente exageradas. La enfermedad del Barça, que tiene tantos diagnósticos como comentaristas, es cierta, pero exageran los que la consideran fatal. Aún no lo es. Los equipos empiezan a enfermar del cuerpo y después enferman del ánimo. El Barça enfermó del cuerpo, se localizó ese mal en la trasera del equipo. Ahora encaja goles, es fácil batirlo. Como la delantera ha estado a merced de ese vaivén que producía el valladar antes inexpugnable, la ansiedad ha teñido al equipo de una inseguridad que el último martes resultó fatal. Todo eso ha redundado en el mal humor del Barça. Hubo momentos, en el pasado, en los que Messi se enfadaba por nimiedades que eran exabruptos de genio. Como Cristiano en su momento, ahora él mismo podría decir que está triste. La enfermedad no la produjo el Madrid: el Madrid la puso de manifiesto. Los síntomas de inquietud tienen que ver, sobre todo, con el genio mayor del equipo; todo lo que hace, bueno o malo, contamina al colectivo. Y ahora su influencia no es la que era.

La ansiedad viene del ego no resuelto. La tristeza de Messi es una consecuencia fatal de la dependencia absoluta que el Barcelona padece en todas las líneas. Todos están pendientes del argentino. Y eso desarrolla un ego así de grande. "Despertar es el momento más arriesgado del día", decía Kafka. Pues en esa situación kafkiana está el Barça: no se atreve a despertar por si Messi no está ahí. Una cura de los egos y una concentración mayor (la plantilla parece más preocupada por los hijos que empiezan a criar que por empezar bien los partidos) son imprescindibles para dar el salto que ahuyente la presencia pegajosa de síntomas que pueden conducir a una enfermedad aún más seria.