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Los miedos de la Real y Montanier

La Real visita el Bernabéu con el miedo metido en el cuerpo. Miedo a pagar los platos rotos por la crispada aureola que rodea al Madrid, sobre todo. Y miedo también porque su temporada es una montaña rusa de resultados y sentimientos, alegría unos días por conseguir puntos suficientes como para pensar en la salvación, tristeza los siguientes ante la continua constatación de que soñar con algo más es una utopía. Y no por falta de calidad. No porque a Griezmann, Vela, Xabi Prieto, Agirretxe, Íñigo Martínez o Illarramendi les falte categoría. Más bien por la renuncia de su entrenador a apostar por ello.

Es difícil criticar a Montanier con la clasificación en la mano. Nueve puntos por encima del descenso a estas alturas es un colchón de lujo tras el sufrimiento de la última campaña. Pero en Donosti no hay comunión con él. Ninguna. Y es que su toma de decisiones es de equipo pequeño. Como por ejemplo dejar en el banquillo a Agirretxe cada vez que la Real juega fuera. O dosificar al joven Rubén Pardo sin sentido mientras los experimentados titulares rinden peor que él. O no hacer cambios hasta que la situación es irreversible. Síntomas de inferioridad. Miedos inaceptables. Detalles que se pagan caro.