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A los pies de un misterio geográfico

Escribo después de haber alcanzado la cima más alta de las montañas Rwenzori, en la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo. Se trata de un accidente geográfico de cierta relevancia por ubicarse en él la tercera cumbre más alta del continente africano, el pico Margarita, de 5.109 m. Pero lo que me ha traído hasta aquí es sobre todo su historia, un relato apasionante de la exploración humana que abarca miles de años. Porque antes de ser visto por un descubridor fue el sueño de un geógrafo. El griego Ptolomeo describió, en el siglo II d. C., como el origen del río Nilo una cadena montañosa -en el corazón de un continente del que apenas se sabía nada-, a la que bautizó como las Montañas de la Luna. Su descripción era demasiado vaga como para ubicarlas con exactitud, quedando así como un mito y un misterio geográfico que los más grandes exploradores africanos del siglo XIX lucharían por confirmar. Burton y Speake lo intentaron sin éxito y Livingstone murió buscando esas mismas fuentes. Sería precisamente Stanley, famoso por su expedición en busca del explorador escocés, quien se toparía con ellas de manera totalmente casual.

Ocurrió durante una novelesca expedición de rescate de un gobernador británico en Sudán en 1888. El caso es que ya de regreso, Stanley vislumbró las cimas nevadas del Rwenzori en un excepcional día -aquí llueve una media de 350 días al año, de hecho su nombre local Rwenzori quiere decir "el que hace la lluvia"- en que las nubes no las cubrían por completo. Occidente había encontrado las míticas Montañas de la Luna, cuyos glaciares en efecto abastecen al lago Alberto, una de las fuentes del Nilo. Pero aún quedaba escalar sus cimas.

Varias tentativas terminaron en fracaso hasta que llegó hasta este remoto rincón de África Luis Amadeo de Saboya en 1906. Este asombroso explorador, hijo del efímero rey de España Amadeo I, era ya un reputado alpinista y explorador que había ascendido el monte Saint Elias en Alaska o había protagonizado una gran aventura en el Ártico. Acompañado de veteranos amigos de anteriores expediciones, como el guía Petigax o el fotógrafo Sella, la expedición italiana lograría escalar las dieciséis cimas del macizo, incluida la más alta de ellas, a la que bautizaría con el nombre de su tía y reina de Italia, Margarita, una mujer decisiva en su vocación aventurera pues fue quien le llevó de niño a los Alpes para practicar el esquí y la escalada. El misterio milenario de las Montañas de la Luna quedaba así desvelado por completo gracias al empeño y talento del duque de los Abruzos y su grupo de compañeros.