Del Bosque debe aceptar la insignia

Razones de peso. Vicente Del Bosque debe recoger la insignia de oro y brillantes del Real Madrid sin ningún tipo de duda. En primer lugar porque se la merece más que nadie. Pero no se la tienen que conceder por ser campeón del mundo con España sino por ese trabajo alejado de los focos con los de abajo, con los chavales, en un trato familiar admirable y con una profesionalidad ejemplar. Del Bosque merece el reconocimiento del madridismo como futbolista del club, por su clase en el campo y fuera de él, por ser uno de los mejores entrenadores que ha tenido el Real Madrid en su historia y ser uno de los mejores embajadores del club en el mundo.

Cerrar heridas. El madridismo debe cerrar heridas para siempre. Nadie conseguirá manchar la imagen de Del Bosque, pero tampoco es bueno convertir esta historia en un culebrón de buenos y malos, ni de ganadores o perdedores. En la no continuidad del salmantino como técnico del Madrid hubo cuatro protagonistas: el propio Vicente, Florentino, Pedro de Felipe y Valdano. Es admirable, por no decir otra cosa, que alguien pueda contar la historia sin mencionar a Valdano o a cualquiera de los otros tres. La otra noche, el que fuera representante de Del Bosque durante muchos años, Pedro de Felipe, despejaba algunas incógnitas en Punto Pelota. Por ejemplo, que Vicente rechazó una oferta de renovación de dos años a tres millones de euros por temporada que le ofreció el Director General, que después Florentino y del Bosque sellaron el acuerdo con un apretón de manos... Y que todo se rompió por la dejadez de Valdano, incluso de Del Bosque y del propio Florentino.

Obligado homenaje. El presidente del Madrid tiene que brindarle a Del Bosque el homenaje que merece. No sé si es buena idea que comparta escenario con Placido Domingo y Rafa Nadal. Eso le daría mayor solemnidad, pero todos sabemos que Vicente es de otra pasta. Nunca ha buscado el primer plano, prefiere dar un paso atrás para que quienes luzcan sean los futbolistas. Todo se puede arreglar. Butragueño es el mejor interlocutor para conseguir el entendimiento necesario por el bien del madridismo. No es ni una guerra de egos ni de brindar un homenaje al campeón del mundo.

Merecido. Es el premio merecido a un tipo que se ha dejado el alma por el club de su vida. Hay que darle la oportunidad de que se despida en el Bernabéu, en su Bernabéu, si es eso lo que desea. El Madrid debe llenar el campo de afición y el palco de amigos de Vicente, de la gente que ha sido importante en el club y en su vida. Su familia merece que la fiesta sea a lo grande pero sin perder la esencia del fútbol. Todos cometemos errores, todos, pero la vida nos enseña que lo importante es saber pedir perdón. El madridismo lo merece... Y Punto Pelota.

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