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El otro hijo del viento

Verano de 1984. Carl Lewis maravilla al mundo tras ganar cuatro oros en los JJ OO de Los Ángeles e igualar la gesta de Jesse Owens en el Berlín nazi de 1936. Pegado a la tele y emocionado con la hazaña de su ídolo estaba Anthony Hamilton, un empleado de los ferrocarriles públicos hijo de emigrantes de la isla caribeña de Granada. Poco después nació su primer hijo y Anthony convenció a su mujer, Carmen, para llamar a su retoño como la estrella del atletismo.

La elección fue muy acertada porque si el norteamericano volaba en el tartán, Lewis hace lo propio pilotando monoplazas. Cierto es que ha sido el protegido de Ron Dennis en McLaren y que a veces en la pista su cerebro sufre algún tipo de interferencia, pero también que es un talento puro de la velocidad, un virtuoso del adelantamiento y un genio del riesgo al límite, además de campeón de la F-3 Euroseries, de GP2, de F-1... Ahora reconoce a Manuel Franco que no tiene miedo a nada. Quizá sea el secreto de su éxito.