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Los ojos de España en el banquillo

Ocurrió en Viborg, al norte de Dinamarca, ante los desafiantes rayos del solsticio de verano. España selló su clasificación olímpica con el sufrimiento de los heroicos gladiadores. Esta vez no le bastó con poner en funcionamiento a su afinada banda de música, sino que además necesitó la garra y la intensidad de los, hasta ayer, inéditos suplentes. Quizá esa aportación fundamental de los Capel o Jeffren fue el mejor ejemplo de que este sueño olímpico no era cosa de sólo once fantásticos futbolistas, sino de toda una plantilla, de toda una afición, de todo un país. España quería unos JJ OO. Y al fin los tiene.

Existe en la sociedad una sensibilidad generalizada con la competición deportiva por antonomasia. Es un torneo diferente y que gusta a todo el mundo, independientemente del sexo y la edad. También a los futbolistas. Ese sueño a punto estuvo de irse por la borda ante la ultradefensiva Bielorrusia. Fue necesario entonces echar un vistazo al banquillo para ver el rostro de quienes hasta ahora no habían tenido protagonismo. Allí estaban los ojos iluminados de Capel y Jeffren, los de todo un país en realidad, que con su energía y pasión facilitaron la remontada. Una remontada con billete a Londres.