Sobraron Cesc y Van Persie

Pasa a menudo. La importancia de un partido se lleva por delante el sentido común de los futbolistas. Anoche sucedió con Cesc y Van Persie, empeñados en jugar un encuentro que era para otros, peores pero sanos. Convencieron al entrenador, convencieron a sus compañeros, se convencieron a sí mismos de que incluso lejos de su plenitud eran imprescindibles y lo pagó el Arsenal.

Lo de Cesc resulta más explicable. Nunca se había enfrentado al Barça en el Camp Nou, la que pudo ser su casa, y quizá no vuelva a hacerlo. Pero sobre el campo fue una caricatura de sí mismo, sin acierto ni participación. Erró 12 de los 31 pases que intentó, cifras de espanto para quien del toque hace virtud, y le abrió la puerta al Barça con un taconazo cerca de la frontal de su área frívolo e imprudente. Así nació el 1-0. Pasto para los malintencionados. Después reveló que al cuarto de hora sufrió un pinchazo y supo que el partido se había acabado para él, pero aguantó una hora más cuando ganarse la gloria resultaba ya imposible. Lo de Van Persie fue un despropósito. Se subió al avión en marcha y sólo ofreció mal humor hasta encontrarse con la expulsión cogida con pinzas por Busacca, otro que le sobró al partido y al Arsenal. A cambio, se consagró Wilshere. Tiene 19 años magníficamente aprovechados.

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