Las obras de Mou: Özil y Marcelo

Si nos elevamos sobre la tormenta perpetua que le acompaña, descubriremos en Mourinho un entrenador soberbio, entendiendo por tal el que saca a la superficie las mejores virtudes de sus futbolistas y corrige, en algún caso hasta hacerlos desaparecer, sus peores defectos. Özil y Marcelo son sus obras cumbre aquí. Una lástima que se aplique a sí mismo la terapia contraria (y equivocada) y oculte bajo un carácter endemoniado y deseoso de percutir con amigos y enemigos su gran capacidad para hacer aquello por lo que le pagan.

Özil firmó un Mundial de más a menos, sobrado de talento pero corto de físico, regularidad y ánimo. Mourinho le ha ido metiendo acero en las piernas y en la cabeza. Quizá la amenaza de un Kaká de vuelta también. Lo cierto es que, sin perder creatividad, se ha convertido en un futbolista más sólido, más esforzado, menos reticente al sudor. Ya no saca bandera blanca a la hora de juego. Ayer recuperó cinco balones, los mismos que perdió. Un dato fantástico para quien arriesga siempre en el último pase.

Marcelo era un lateral de ida y ahora lo es también de vuelta. Mourinho le ha extirpado ese aire distraído a la hora de defender que tanto recelo despertó en sus antecesores en el banquillo. Ayer le probó como interior y ahí tampoco falló. Pero como a Roberto Carlos o Cafú, no le van los guardaespaldas. Con Arbeloa tras él, sintió que le ponían puertas al campo.

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