Red Bull, ¿con cara de tontos?
Gran Premio de Australia, 26 de octubre de 1986, última carrera de la temporada. Nigel Mansell (Williams) llegaba con 70 puntos, Prost (McLaren) con 64 y Nelson Piquet (Williams) con 63. Los dos pilotos de Williams, con el mejor monoplaza de la parrilla, se habían repartido numerosas victorias en una lucha fratricida. Un reventón del británico evaporó su título a diecinueve vueltas del final. Piquet hubo de entrar en boxes para cambiar neumáticos y, aunque remontó desbocado, acabó a cuatro segundos del francés. También perdió el campeonato. Por tres puntos.
Christian Horner lamentaba el "regalo" que habían hecho a Alonso en Yeongam. No se lo entregaron sólo en Corea, sino que venía empaquetado desde carreras atrás por su negativa a apoyar a Webber. Ahora, el margen de maniobra de Vettel y del australiano es más reducido. Si Alonso sube al podio en las dos carreras restantes, los pilotos de Red Bull están obligados a ganar. Con dos terceros de Alonso, a Vettel no le valdrían sendas victorias. Con dos segundos del español, Webber estaría obligado a ganar todas las carreras restantes. Por supuesto que existen múltiples combinaciones, pero la realidad última muestra que el equipo con mejor monoplaza de la parrilla ha colocado a sus pilotos bajo mayor presión si cabe porque ambos necesitan batirse mutuamente. Además, ya no dependen tanto de sí mismos. En Abu Dhabi, los responsables de Red Bull podrían mirarse al espejo con cara de tontos. Como Frank Williams en 1986.