Cefalópodo: o sea, todo cabeza y pies

El pulpo dice que ganamos y yo, sinceramente, me siento mejor. En ocasiones así (y esta es la más grande que vieron los siglos) todo alimenta, o por lo menos ayuda a pasar las vísperas. Porque llegados hasta aquí, la angustia es la espera, y eso de distraerla con chascarrillos positivos es estupendo. Además, ya saben: el fútbol entra por la cabeza y sale por los pies. Sí, el fútbol se juega con la cabeza y con los pies, ese es su misterio, y el pulpo es un cefalópodo, ¿no? ¿Y eso qué quiere decir? Pues que es todo cabeza y patas. Bien mirado, puestos a pedirle opinión sobre fútbol a algún animal no se me ocurre otro más indicado.

Quizá la vaca, me dirán, porque el balón se hace de cuero. En Argentina los entrenadores solían regañar a los jugadores propensos a levantar la pelota con este razonamiento: "¿De qué es la pelota?". "De cuero". "¿Y de dónde sale el cuero?". "De la vaca". "¿Y qué come la vaca?". "Pasto". "Pues echa la pelota al pasto". Jugar por abajo, o sea, como hace España. Estamos otra vez en el tiqui-taca, al que conducen todos los caminos. Pero, bueno, el balón ya no se hace de cuero, sino con siete capas de varios materiales sintéticos, así que a la hora de preguntar vuelve a parecerme mejor el cefalópodo. La cabeza y los pies siguen ahí.

Hoy entretendremos la espera con el Uruguay-Alemania, partido triste. Si se fijan, todos los partidos que hemos visto hasta ahora los jugaban dos equipos que aún podían ganar el título, o en algún caso raro, de la última jornada de grupo, al menos sí uno de ellos. Este es el primer partido que juegan dos equipos que no pueden ser campeones. Sólo aspiran a un puesto, tercero, al que la tradición del fútbol apenas da importancia. Partido de desánimo, final de vencidos. Hay que despedirles con un aplauso porque han llegado más lejos que otros, pero ellos lo que hoy hubieran querido sería haber llegado ya a su casa y ahorrarse esto.

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