Hablar de dinero es de mal gusto

Por tercera vez en veinte días habló Guardiola de los 270 millones gastados en fichajes por el Madrid este verano. La primera, para explicar por qué debía ser capaz de remontarle al Alcorcón. Las dos últimas, para justificar el liderato blanco. Ayer pretendió arreglarlo y no le salió. "Felicidades a quien puede gastar lo que otros no podemos", fue su mensaje, no sabemos si para meterle presión al Madrid, para ponerse la venda ante un posible revés esta tarde o para exigirle más a Laporta. Bien sabe Florentino que, en el fútbol, el dinero no da la felicidad. Y debería aprender Guardiola que hablar de él no es de buen gusto.

Porque su admirable Barça tricampeón gastó el pasado verano 110 millones difícilmente explicables. El club cifró en 66 la operación Ibrahimovic. Dando por bueno su cálculo, ya sería más caro que Kaká, Balón de Oro y FIFA World Player. Pero es que para que la cifra no escandalizara al arzobispo de Barcelona valoró a Etoo en 20 millones, la mitad de su valor de mercado.

Luego llegó Chygrynskiy a precio de galáctico: 25 millones y no puede jugar Champions ni toser a Puyol o Piqué. En la elección al mejor defensa de la Liga de Campeones de la campaña pasada sólo tuvo un voto: el de Guardiola. También llegó Keirrison, que costó 14 millones para acabar cedido en el Benfica, donde ha jugado 199 minutos en la Liga repartidos en cinco partidos (la mitad que Saviola) y no ha hecho un gol. Maxwell costó 4,5 millones y es suplente. Y Henrique, por el que hace un año el Barça pagó 10 millones, chupa banquillo en el Racing. ¿Por qué hablar de dinero, Pep, cuando haciéndolo de fútbol nadie se atrevería a discutirte?

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