Carlos Marañón

Revolución con cara de ángel

Siempre se empeñan en vendernos a Cruyff (el ídolo de Emilio Butragueño, por cierto) como el primer jugador moderno de la historia del fútbol español. A primera vista, si te lo cuentan y te pillan un poco despistado, la cosa cuela. Es cierto, el shock que provocó la estampa de El Flaco supuso una revolución estética en la España de los grises. Pero, piénsenlo un momento: es fácil ser moderno si eres un holandés melenudo, subcampeón del mundo y patrocinado por Puma en la España de 1974. Está tirado ser carismático si la tramposa iconografía culé te presenta como el hombre que empezó a cavar la tumba de Franco con el 0-5 del Bernabéu.

Lo difícil es ser un revolucionario saliendo de un colegio de curas como un chaval bajito, tímido, de familia de derechas y con el pelo como los angelotes de Murillo que ofrecía la sonrisa de un anuncio de flanes de sobre. El Buitre, además de otro golpe estético contrarrevolucionario a una España ochentera y sin afeitar a la que ya no asustaba la movida madrileña, provocó un cambio moral: un crack del fútbol podía ser buena persona. Por eso nunca creímos a José María García y su "¿Butragueño? Ni una mala palabra, ni una buena acción". Por eso Florentino Pérez sigue necesitando su aura celestial para el nuevo Real Madrid.

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