El club que todo lo sacraliza

Filmado en cámara rápida, el Liverpool es el invento de un inglés (Houlding), tránsfuga del Everton, puesto en manos de un irlandés (McKenna) que compró una decena de escoceses (los Macs) con 500 libras prestadas que nunca devolvió y que 115 años después fue vendido a dos americanos (Hicks y Gillett), a los que, probablemente, jamás les gustó el fútbol si es que alguna vez oyeron hablar de él. Y sin embargo, semejante manoseo en el gobierno del club no ha afectado a la conservación de sus tesoros, en una obra de arqueología espontánea y colectiva de su hinchada.

P orque el Liverpool no es uno de los clubes más antiguos de Inglaterra, ni el primero que llevó una Copa de Europa a las Islas, pero ha sido capaz, como ningún otro, de hacer historia sagrada de cuanto le pertenece: el viejo Anfield; las ingeniosas frases de Bill Shankly; el Boot Room, centro estratégico y salón de té según las épocas; The Kop, una grada con alma; el 'You'll never walk alone', que se difundía habitualmente por la megafonía del estadio como canción de fondo hasta el día en que se estropeó y fue improvisado por la grada, lo que lo elevó a himno; o el viejo letrero camino del túnel de vestuarios en el que se lee 'This is Anfield', que no pretende informar sino intimidar al visitante. Al lado de estas reliquias, hasta cinco copas de Europa parecen bisutería.

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