Presidente en papel de escolta

Se lo escuché hace días a Cañizares. "Al comienzo de la temporada en que el Valencia ganó su última Liga, al presidente no le dejaron ni hablar en la presentación". Fue en 2003. Durante tres minutos intentó Jaime Ortí pronunciar su discurso. "Os pido que apoyéis al equipo aunque pitéis al Consejo", clamó. Finalmente se rindió a tan brutal descontento. Sin embargo, el equipo de Benítez superó la agitación y ganó Liga y UEFA, lo que prueba que no es aconsejable la convulsión social, pero tampoco resulta imposible abstraerse a ella.

El valium, ante lo que se avecina, lo administra Juande, pero Boluda inició su mandato con un inquietante "no descarto presentarme a las elecciones" en Las Provincias. No piensa hacerlo y debe anunciarlo públicamente de inmediato. Prolongar la ambigüedad invitaría a pensar que si el equipo le da la vuelta a la situación y conquista un título, se lanzará al ruedo, y que si hay fracaso, se apartará con discreción. Y la plantilla no está para hacerle la campaña electoral a nadie. Bastante tiene con intentar salvar la temporada entre el tiroteo electoral que se avecina. Tendrá que llegar a un título por el camino más largo: entre candidatos que filtran fichajes y purgas. Muchos jugadores trabajarán para el presente sin saber si tienen futuro. A Boluda le corresponde ser la primera barrera protectora, apaciguar la transición, convocar de inmediato una asamblea extraordinaria que desparasite la del 7-D y acabar con el actual sistema de voto por correo. Ahí, y no más allá, está su lugar en la historia.

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