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Juan Carlos Rivero

Su gestión fue de más a menos

Calderón deja dos títulos de Liga en fútbol y uno en baloncesto más una Supercopa y la ULEB. Esto es lo que registrarán las enciclopedias. El rastro de sus casi 1.000 días de mandato huele a triunfo bajo sospecha en las elecciones, a persecución implacable de sus enemigos y a un final deshonroso, tocado y hundido por sus errores descubiertos. Imperdonable. El ya ex presidente blanco detonó una tormentosa noche electoral autoproclamándose ganador ante la presencia en directo de alguna televisión, lo que aumentó hasta el infinito la fuerza de su mensaje. Pero lo hizo en medio de la polémica por la impugnación del voto por correo, una maniobra que le ha perseguido hasta el final.Su puesta de largo anunciaba un presidente dispuesto a romper con la decadencia galáctica, preparado para reparar los errores que había conocido como directivo.Empeñado en devolver el fútbol a los profesionales, el club a sus socios y el Madrid a su espíritu.

Luego el vigoroso Calderón fue adoptando poses de mal político y se convirtió en una caricatura. Al poco tiempo le abandonaron dos directivos, echó a Capello, trajo a Portugal, desorientó a Mijatovic, fichó a Schuster, le colaron un avión infame y se rodeó de asesores que ganaban mucho y aconsejaban poco y mal. Se terminó apoyando en chavales de poca monta y dudosa moral para ningunear a profesionales como Míchel, al que dijo adiós con muy poco estilo. Sonaba bien pero ha llegado mal al final, muy mal...