De Anfield a Pamplona

Mucho lo repetía la abuela de Manolete, una santa: líbrenos San Ataulfo de los padrinos madrilistas y de los árbitros suecos. A lo primero, ojito; hay pocas cosas más dañinas que ese padrino de bautismar que en lugar de traerle unos patucos como manda el reglamento, le encaloma al niño un trajecito del Madrid en plena celebración. Con eso está dicho casi todo, de los señores colegiados, también. El casi es indagar por curiosidad malsana si entre los jefes del arbitraje aún está Michel Vautrot, un amiguete de Platini que fue investigado por un presunto soborno en un Roma-Dundee; que alargó ocho minutos el primer tiempo de una prórroga mundialista en un Argentina-Irlanda con el muy profesional pretexto de "se me olvidó mirar el reloj"; que nos la lío a nosotros bien liada en Parma; al que nunca se le pudo probar nada; que andaba mangoneando por las alturas federativas del arbitraje y al que le caemos igual que una cornisa desde un séptimo, me temo.

Por lo demás, qué poco cuesta escribir que les dimos un repaso, qué poco resaltar que el planteamiento del técnico, más allá de lo prudente, le salió fenomenal. El Kun es grande y su ausencia, eventual. Si fuera para siempre hay que borrarse de esto. Pero poner cinco medios, quitarles el balón y no perderlo, fue la clave. Los próximos partidos serán de interesante análisis táctico. A Pamplona con buen ánimo que esto empieza a oler mejor.

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