Villa había guardado una bala de plata

¡Y qué bien sientan los goles a última hora! ¡Y qué golazo marcó Villa, ya cuando el descuento se agotaba! Arrancada rápida, recorte final magnífico a Hansson y pase a la red, con el interior del pie, al otro palo, cruzando la pelota por delante de ese buen portero que es Isaksson. Un gol glorioso que mantiene a España en todo lo alto y al propio Guaje en la cabeza da la tabla de goleadores. Buen saldo tras un partido muy luchado, en el que España tuvo ratos buenos pero en el que, ¡ay!, se salió del libreto durante bastante tiempo en la primera parte. Desconectó los circuitos y quedó al pairo.

Ese rato envalentonó a los suecos y nos costó el gol de Ibrahimovic. Y, algo peor, cierta credibilidad. ¿Por qué el equipo se pone de repente nervioso, por qué rifa el balón, por qué se olvida de Xavi, por qué da una y otra vez carnaza al rival, cuando la inmensa mayoría de sus jugadores tienen clase de sobra para tener el balón, tocar, distraer y llegar arriba sin arriesgarlo? Esa es la pregunta que me queda de ese rato, ese mal rato que nos dejó a todos confundidos y casi con dolor de cabeza. Pero fue un rato. Un rato bastante largo, sí, pero el partido estuvo mucho más definido por el mando de España.

Por eso al final ganó. Por eso y porque ganar es un hábito, decía el otro día Robinson en El País y España está cogiendo ese hábito. Para nuestra suerte, Ibrahimovic, que anda con una rodilla a la funerala, no salió tras el descanso y Suecia, que tiene en este jugador su único faro, se derrumbó. Luis tomó una decisión severa: cambiar a Xavi e Iniesta por Cesc y Cazorla. España fue protagonista, cogió el hilo, maduró al rival, llegó... pero el gol no aparecía. ¿Sería posible? ¿Un empate tonto después de tanta euforia en las vísperas? Pero quedaba una bala de plata. La tenía Villa y la guardó para el final.

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