El tenis español se pone en evidencia

Del tenis no esperábamos esto, una bronca de este calibre. Pero ahí está. Un cruce de ambiciones y egos que destruye la imagen suave de ese deporte bello en el que una red separa a los contendientes, impide el contacto y los golpes y estimula el ingenio. Un deporte para dibujar parábolas, para trazar ángulos, ante un público callado y respetuoso. Deporte de gente de orden, de chicos bien, en el que no parecía caber la polémica o la palabra dura, salvo aquella excepción, lejana, un poquito folklórica y casi simpática, de las reacciones de McEnroe con los árbitros, pequeña gamberrada consentida.

Pero Pedro Muñoz ha querido acaparar el negocio de la Copa Davis para la Federación y ha salido escaldado. Por su culpa, seguro. Porque no ha dado la talla para hacerlo, porque ha ido con medias tintas, paños calientes, dimes y diretes. Se ha querido imponer, sin el coraje ni la personalidad suficiente, a gente que manda mucho. Esa gente que manda mucho son los tenistas y sus agentes, que han venido actuando a su albedrío, yendo y desertando, fijando capitanes, condicionando escenarios, marcando la pauta con sus empresas tutelares, Octagón o IMG. Pedro Muñoz no es tío para enfrentarse a eso.

Muy mal. Y muy mal también los tenistas y Emilio Sánchez Vicario, que todos a una cargan contra el presidente formando un barullo del que sólo se entiende que no quieren jugar en Madrid, porque está a seiscientos metros, y ahí los saques de los americanos van un 1% más deprisa, pero también que no, que no les importa, que les gusta Madrid y que ese 1% no es tan importante, aunque a lo mejor sí. Que lo que importa es que Pedro Muñoz es un mentiroso. En fin, el partido de la Davis contra los EE UU será en Madrid, pero con un profundo mal rollo. El tenis español se ha puesto en evidencia.

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