Una noche inolvidable en el Bernabéu

Un Barça atónito contribuyó a los festejos del madridismo con un pésimo partido, en el que a las ausencias sumó frialdad y mal manejo por parte de su entrenador. Salió al campo temeroso y el partido tuvo en su primera fase un aire como de amistoso de verano, sin presión, sin faltas, con mejor juego del Madrid y un par de goles bastante rápidos. Sólo entonces despertó el Barça, trató de sacar algún pundonor y nervio, pero estaba desarticulado y perdido, en una fiesta que no era la suya. Y plantado en el campo con un cuatro-dos-cuatro modelo años sesenta que daba plenas facilidades al Madrid.

Y el Madrid disfrutó, claro. Fue un carrusel de carreras, remates, taconazos, quites y saltos. Mejor puesto, más entusiasta, animado por un público arrebatado, podría decirse que hasta la lluvia le favorecía. Le faltó, cosas de la fatiga tras la celebración, un puntito de precisión en el tramo final para haber llegado a ese quinto gol que la afición soñaba y pedía, esa manita que periódicamente se intercambian Madrid y Barça, en esos momentos de la historia en que uno va y otro viene, en que el uno está fuerte y el otro postrado. No llegó, y sólo eso empaña un poco el tremendo jolgorio del Madrid.

Pero, aun sin el quinto (que en realidad lo marcó Henry, en un descuido de los locales) la fiesta fue tremenda y permitió que todo el mundo alcance el fin de temporada con buenas notas. Triunfó Marcelo, ante el dificilísimo examen de Messi; entusiasmaron Diarra y Gago, que habían empezado el curso con dudas; Higuaín marcó un gol soberbio, y ya es el octavo, una barbaridad para lo poco que ha jugado; Sneijder volvió a gustar. El Madrid tiene otra Liga, y jugadores para aspirar a más. El Barça, noble en el pasillo, desajustado luego, tiene ya inalcanzable el segundo puesto. Felicidades al Villarreal.

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