Todos jugaron como si fueran ingleses...

Cuentan que antes de la batalla de Trafalgar dijo Nelson: "Inglaterra sólo espera que cada hombre cumpla con su obligación". Y en ese momento (él no lo sabía) quedó inventado el fútbol inglés. Luego inventaron el fútbol propiamente dicho, y después del fútbol propiamente dicho inventaron los partidos de fútbol. Y lanzaron a través del ferrocarril ese invento tan redondo por todo el mundo. Pero antes que nada fue Nelson, y eso de que Inglaterra sólo espera que cada cual cumpla con su obligación. Eso es el fútbol inglés, eso fue el Liverpool-Arsenal. Partido sin ingleses, pero fútbol inglés de cabo a rabo.

No eran ingleses, no, apenas había ingleses, pero cada hombre cumplió con su obligación. Fútbol noble, abierto, de ataque, entrega, entusiasmo, riesgo y nobleza. Fútbol envidiable. Y no eran ingleses. ¿Entonces? La cuestión no son los genes, sino la atmósfera, el respeto al juego, a la norma, la lealtad, el sentido de la solidaridad, de la tarea bien hecha. Jugadores que en otros lugares (aquí, sin ir más lejos) son tramposillos, ñoños, ventajistas o rácanos, allí son competidores ejemplares. Tipos obsesionados con el buen trato al balón, con el apoyo recíproco en el compañero, con respeto a la regla y al árbitro.

En ese fútbol, en ese gran fútbol, se gradúa ahora el nuestro. Allí tenemos a alguna de nuestra gente principal. A Benítez, que pone lo mucho que sabe y a cambio aprende otro tanto. Y a un buen puñado de jugadores, la mayoría de ellos integrantes de nuestra Selección Nacional. Todos ellos contribuyeron a darle al partido de anoche (como se lo dieron al de ida) un sello inigualable. El inequívoco sello del viejo y querido fútbol inglés, un fútbol sin trampas, sin ñoñerías, sin ventajismos, sin racanería. Un fútbol como debe ser, un fútbol en el que cada uno cumple con su obligación. Sólo eso.

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