Soler se aparta, pero no vende... aún

Soler deja de ser presidente del Valencia. Así dicho, es un alivio. Desde que cogió el Valencia las cosas han ido muy a mal. No sólo en lo deportivo, aspecto éste que se mueve siempre entre unos discretos márgenes de azar, sino en todo. Llegó a un Valencia que andaba bien, ganaba títulos y tenía respeto general y lo ha convertido en una especie de patio napolitano en el que hay gresca permanente. Su falta de mano, su falta de carácter, su falta de talento... lo que sea. La sensación es que ha escuchado a quien no debía, ha sido indeciso y se ha dejado arrastrar por berrinches y obsesiones personales.

Visto con el tiempo, fue una melonada que se metiera en esto. Su padre compró el club y se lo entregó a él. El Valencia, además de todo lo que es y significa, era también una oportunidad de negocio cuando el padre lo compró. Con estar al cuidado del tema inmobiliario y dejar a Jaime Ortí al frente del resto (que lo estaba llevando muy bien) le hubiera bastado. Pero el fútbol tiene un virus del que es difícil aislarse y Soler, fatalmente, se contagió. Bastó que su padre tuviera dinero bastante para comprar el Valencia para que él se creyera que tenía talento bastante como para llevarlo. Y no. No es eso.

Lo ha hecho muy mal. Se ha hecho daño a sí mismo y ha hecho daño a mucha gente. Ahora se aparta, o eso parece. Pone al frente a un hombre clásico del valencianismo, Agustín Morera, que ya fuera consejero con Arturo Tuzón y Pedro Cortés. Que no esté Soler es, en principio, una esperanza. Pero si se aparta sólo aparentemente, si se dedica a mangonear al sucesor, a tirar la piedra y a esconder la mano, estaremos aún peor. Siempre me pongo en lo mejor y espero de Agustín Morera que sea, que ejerza y que ejerza bien. Que empiece, por ejemplo, por darle una salida fácil y honorable a Albelda.

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