Hoy un juramento, mañana una traición

Escaldado en Sevilla y con sus defensas mal curados o directamente sin curar, el Madrid se presenta hoy en Roma en busca de un resultado grato para la vuelta. ¿Lo conseguirá? No sé. Este Madrid empieza a parecerse un poco al tango: hoy un juramento, mañana una traición. Los siete goles al Valladolid lucen como una promesa de amor y felicidad entre dos petardazos, el de Almería y el del Ruiz de Lopera. El Madrid es un equipo serio si se mete de lleno en el partido, si le pone emoción, esfuerzo y concentración. Si quiere jugar con oficio y recursos le falta mucho. Entonces pierde, aburre y decepciona.

Y tiene un problema médico que habrá de atender. Ya no es sólo que se le cuelen lesionados crónicos o que rechace a sanos inmarchitables: también es que las lesiones le duran más que al común de los equipos. Pepe ha jugado poquísimo por cuestiones musculares, lo mismo que Heinze o Robben. Metzelder no ha jugado casi nada. Cada vez que cae uno, el aficionado se echa las manos a la cabeza, porque un tirón parece ligamento cruzado. Y esta fase de la competición, tan decisiva, le pilla al Madrid con la defensa desmantelada, sin Pepe, con Heinze así, así, con Torres todavía a medias. Y sin Robinho.

Pero este Madrid tiene un camino y lo sabe: la pasión. Así ganó en San Mamés y en el Camp Nou, los partidos que más han satisfecho al aficionado. Así debe jugar hoy en Roma, por dos razones: porque no tiene otra cosa y porque haciendo eso el aficionado le va a disculpar. Lo que no se admite, ahora que no hay galácticos de los que esperar una sonrisa cautivadora, es el ganduleo que se vio en Almería y en Sevilla. Y además esto son los octavos. Sería demasiado pronto para caer en la Champions, que al fin y al cabo es el objetivo último del Madrid cada año. La Liga es el notable, pero hay que ir a por nota.

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