Aquel sonido victorioso en la vieja radio

Para mí, Alfredo Di Stéfano es antes que nada el recuerdo de un sonido victorioso en la radio. Hablo de finales de los cincuenta, cuando uno, niño madrileño, no había visto nunca césped (no lo había ni en el parque de El Retiro) ni siquiera ese sobrio dibujo de cal, que hoy me es tan familiar, que identifica un campo de fútbol. Entonces Di Stéfano sólo era una palabra que resonaba en la radio como un latigazo triunfal, siempre asociado a algún gol, a su vez asociado a algún triunfo heroico de ese ejército simbólico desarmado que era el Real Madrid. Ejército que arrasó Europa en cinco incruentas campañas.

Luego le vi jugar, y hasta retirarse. Y con el tiempo comprendí su dimensión, juntando lo que vi y lo que escuché. En torno a él se montó un equipo formidable, que desde entonces es prisionero de aquella vocación de excelencia. Di Stéfano luchaba y jugaba bien. O jugaba bien y luchaba. Era mitad artista y mitad guerrero. Desde entonces el Madrid se exige aquello. No siempre lo consigue, pero se lo sigue exigiendo. Por eso ocurre que gana la Liga y aún así echa el entrenador, y eso pasa lo mismo con Florentino y Del Bosque como con Calderón y Capello. El Madrid persigue la excelencia que instaló Di Stéfano.

Ayer estuvo en el Foro Ferrándiz-AS y nos hizo pasar un buen rato. Sólo puso una condición: "Que no me pregunten si Luis debe llamar a Raúl a la Selección". Normal: tiene respeto por ambos y además sabe que un pronunciamiento suyo en cualquier sentido no sería constructivo para nadie. Por lo demás, nos hizo disfrutar con sus reflexiones, sus recuerdos y sus malicias. Aquí y en páginas sucesivas, con más espacio y mejor pluma, Trueba desgrana las lecciones del genio. Aquel sonido victorioso en la vieja radio de mi casa es ahora un libro abierto en el que leer sobre el fútbol y la vida. De ayer y de hoy.

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