Puntos con el más puro estilo Capello

El Nàstic puso el esfuerzo y el juego, pero el Madrid tiene más pegada. O la tuvo esta vez. Y así ganó el partido. Lo ganó encogido, sin hacerse con el balón, sufriendo, con multitud de centros al área propia, con intervenciones salvadoras de Casillas. Marcó tres goles en cuatro aproximaciones, uno de ellos en un tiro libre de Roberto Carlos, el otro en un córner rematado por el renacido Helguera. El tercer gol sí fue hermoso, coronado por su mejor jugador, Robinho. Pero ese bonito gol no puede redimir la imagen de un equipo puesto en evidencia por el entusiasta Nàstic, que mereció premio.

El Madrid juega mal y así ha de ser porque desde la elección de los jugadores su propósito es ese. El único creador de juego posible es Guti, y si se acierta a anularle el equipo se queda sin caja de cambios. Así que no tiene salida, no tiene juego. De cuando en cuando el balón le llega a Robinho, que por pura calidad es capaz de sortear rivales, ganar unos metros y crear apariencia de peligro. Sin eso, nada. Frente a eso, el Nàstic apretó, jugó bien por las dos bandas (Sergio Ramos y Roberto Carlos sufrieron con sus pares) y mantuvo en alto la amenaza de Makukula. Pero todo eso sólo le rentó un gol.

Y ganó el Madrid. Ganó a lo Capello, esperando, especulando, contando con eso, con que de cada diez el Nàstic metería una como mucho, mientras que el Madrid puede hacer tres goles con cuatro ocasiones. Ese es el plan. A mí no me gusta. Yo prefiero la gallardía del Nàstic al cálculo egoísta de este Madrid que cede el campo y la pelota y sólo espera los errores del rival para alimentarse de ellos. Cuando resulta y deja los puntos muchos aprovechan para defenderlo. Pero yo sé, y ustedes también, que se consiguen tantos puntos o más jugando de otra manera. Y que entonces resultan más gratificantes.

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