La más importante de las cosas pequeñas

Anteayer este periódico organizó una gran sentada (esta sí) de periodistas de uno y otro lado del puente aéreo (pronto AVE, espero). Lamenté no estar, y aprovecho la ocasión para agradecer a y disculparme ante todos los asistentes. Me habían convocado a un debate en Telesur sobre las selecciones autonómicas. Al final salió el tema del Madrid-Barça, como viejo choque entre las dos españas. Ya saben: el Barça como símbolo activo de unas aspiraciones federalistas y el Madrid empujado por consiguiente, y más o menos a su gusto, al papel contrario, al de defensor de un Estado jacobino.

La verdad es que ya es difícil defenderlo. Ahora que el Barça gana, ahora que el presidente del país se declara culé, ahora que el Barça se ha convertido en el gran sostén de una impresentable Federación Española, ahora que recibe en premio a eso unos arbitrajes sonrojantes y cualquier tipo de favores tipo Messi o indulto al cochinillo, ahora es muy difícil colgar del Barça aquellas reivindicaciones, siempre un poco postizas, pero que tan bien le sentaban. No era vero, pero sí ben trovato. Ahora, ni lo uno ni lo otro. A pesar de los esfuerzos de Laporta, que me suenan insinceros, por mantener vivo ese mito.

Distanciado el Barça de su papel vindicativo, se producen dos efectos: uno, que se genera más entusiasmo en los nacionalistas en torno a esa selección que tendría que ocupar el puesto que deja vacío el Barçatriomfant. Otro, que el Madrid puede bajarse, si quiere, de la posición hacia la que le empujaron. Aún habrá una inercia, sostenida durante algún tiempo por los que no están atentos, pero me parece que aquello pasó, que el debate político está en otros lados. Y que el fútbol, y concretamente el Madrid-Barça, ocupa ya con serenidad su posición natural como la más importante de las cosas pequeñas.

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