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Dos cosas que no deben pasar

Sólo la coincidencia de dos cosas puede darle el octavo título a Michael Schumacher. Una, que Alonso llegue fuera de los puntos y la otra, la victoria del alemán. De ser así, el coronado será el piloto que durante los últimos diez años dispuso del grupo humano más numeroso que jamás haya trabajado para un sólo participante. No es de extrañar, entonces, que haya obtenido todos esos éxitos. Éxitos que se terminaron cuando por fin a un chico de Oviedo le dieron un coche con posibilidades de ganar. Allí se acabaron sus proezas a repetición. Michael Schumacher ha hecho cosas inmensas en la F-1, pero no necesita retirarse con un título para hacerlo dignamente. Eso, en todo caso, será un buen broche, pero no lo necesita para ser más grande.

Pero seguro que él no está de acuerdo conmigo, y se puso a afinar la puntería la semana pasada en Jerez. Daba un cierto repelús volver a verle en la curva Dry Sack, aquella en la que le metió el volantazo a Villeneuve, casi diez años después. Por una parte era para sacarse el sombrero, porque a punto de colgar el casco, seguía queriendo mejorar, restándole tiempo a su familia cuando según él, el campeonato está perdido. Por otra parte, daba un cierto malestar seguir viéndole trazar por esa misma curva una y otra vez. Por eso, y por muchas otras cosas, habrá que repetir hasta la bandera a cuadros del próximo domingo que todo es posible. El deporte está hecho también de sorpresas, siempre lo estamos comprobando. Alonso deberá ir atento hasta la última vuelta que dé en la Fórmula 1 con un Renault.