El Manchester United del exilio interior

El sábado recogíamos en un reportaje la marcha del United of Manchester, que viene a ser algo así como el Manchester United del exilio interior. El club que crearon los viejos hinchas que aborrecieron la llegada de Glazer, el millonario americano, a la propiedad del viejo y venerable club. Nació en la décima división, subió, es líder en la novena, gana los partidos, gana socios, va ganando peñas por todo el mundo. Es un canto al viejo romanticismo, un testimonio de resistencia a este nuevo fútbol, convertido en empresa de compra y venta. Es la reivindicación del club como depósito de devoción colectiva.

¿Hasta dónde llegarán? No lo sé, pero me temo que no a la Premier. Antes de eso la realidad aplastará esta lucha romántica, llamada a morir, me temo, de muerte natural. Mientras, cuatro supermillonarios rusos ponen cerco al Arsenal, estimulados por el ejemplo de Abramovich y su Chelsea, y el ejemplo cunde por aquí y por allá. Gentes de fuera, sin vínculos sentimentales con el club, que se hacen con él, quién sabe con qué fines. En el mejor de los casos, para promoción personal. Si es así, harán porque el club prospere. Pero otros van tras un negocio inmobiliario, tras una reconversión, tras una revaluación.

En España hemos tenido relativa suerte en ese sentido. No son lo mismo los Gil en el Atlético, o Lopera en el Betis, o Soler en el Valencia, que esos perfectos guiris que se compran un club del que un mes antes no sabían ni cómo viste. Aún así nos ha caído un Piterman, que ya ha dejado su mancha en Palamós, Santander y ahora en Vitoria. Está en su derecho, como Glazer. Pero no me gusta, me da terror que ocurra en nuestros grandes clubes, y aplaudo esa iniciativa de los creadores del United of Manchester, ese grito en defensa del club de fútbol como santuario, frente al club como valor de mercado.

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