El deporte como motor de la televisión

La primera vez que me llevaron a ver un mágico invento llamado televisión (a casa de un antiguo condiscípulo de mi padre, de condición muy acomodada) fue con ocasión de una final de Copa entre el Madrid y el Atlético, que por cierto ganó el Atlético al laureadísimo Real Madrid del 7-3 al Eintracht Frankfurt. La primera vez que un tío mío (éramos una familia de clase media-media) compró un televisor fue con ocasión del Mundial 66, y allí nos reuníamos no sé cuántos para verlo. La primera vez que en mi casa entró un televisor fue para los JJ OO de México 68, los de Beamon y Fosbury.

Así ha sido siempre: la televisión se ha expandido a golpes de acontecimientos deportivos. Ahora que La Sexta se hace con el partido de los sábados (que compartirá con TV3 y quizá con Canal 9) recuerdo los días en que empezó Canal + y logró situarse en el mapa nacional gracias a que se hizo con el fútbol. Ahora la Cuatro y la propia Sexta han compartido el Mundial de Fútbol, y esta última está ofreciendo el de baloncesto. Y es que nada como un acontecimiento deportivo para ese empujón final que te hace salir de casa y comprar el televisor, o renovarlo. O para que sintonices un canal nuevo.

Los derechos deportivos son caros, sí, pero la televisión que no los tiene se ve obligada a gastar más todavía para defenderse de la que sí los tiene. La televisión ha mejorado mucho y ha inventado mil formatos interesantes, desde los grandes documentales al chismorreo grosero. Y tiene el eterno recurso del cine, ese arte incomparable. Pero nada sustituye la enérgica ilusión que suscita una buena transmisión deportiva, ese tiempo mágico y fugaz en el que el buen aficionado vuelca todo su ser. El deporte, y sobre todo el fútbol, marcan la diferencia. Por eso, cada tele nueva lo busca para darse a conocer.

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