Supercopa de rivalidad barcelonesa

Llega la Supercopa, que pasa por ser el primer título oficial del año, y de hecho lo es, aunque muy menor. Los verdaderos títulos son los que aportan los contendientes de esta noche, el de Liga y el de Copa y esto yo lo veo, sobre todo, como un homenaje a esas victorias. Y, dicho sea de paso, le vería más gracia a un solo partido como en Inglaterra, con carácter de apertura solemne de la temporada. El doble partido me parece un exceso para lo que hay en disputa. Y de momento ya ha servido para que dos jugadores del Barça se escaquearan de la bacalada islandesa y dieran que hablar.

Pero esta es una Supercopa de rivalidad y eso le otorga una gracia añadida. Es un título, y data de 1957 que los dos equipos barceloneses no se juegan uno cara a cara. Entonces fue la final de Copa (del Generalísimo), ganada por el Barça de Kubala. Uno a cero. Gol de Sampedro a Vicente. En Montjuïc. Donde será el partido de esta noche. Pero ha pasado tanto tiempo que desde entonces el estadio vivió el olvido y el arrumbamiento, luego la reconstrucción y la gloria olímpica, y finalmente es el campo del Espanyol y ha sido rebautizado como Lluís Companys. Mucho ha llovido desde aquel 1957.

El Espanyol se presenta con el Txingurri Valverde en el banquillo, con el dúo sacapuntos (De la Peña-Tamudo) al mando y con la felicidad de haber salvado a Luis García, pretendido por el Valencia. Eso sí, la presentación de Jonatás queda para el partido de vuelta, porque el Espanyol no tiene influencias, y le tocó ir al Noruega-Brasil. El Barça sí las tiene y puede poner en liza todos sus lujos. Y aunque no los pusiera. Es mejor equipo y a doble partido se debe notar más. La curiosidad es saber cómo viene Ronaldinho, cuyo Mundial fue una mala sorpresa para todos. En fin, pasen y vean: ya llega el fútbol de verdad.

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