El partido que se fue y no ha sido

Entre las emociones que nos ofreció el atletismo español desde Goteborg, y las que nos promete el baloncesto desde Japón, el fútbol nos ha colado un partido insufrible en Islandia. Un absurdo manifiestamente prescindible, un paso atrás, un borrón sobre la imagen de este equipo en el Mundial, en el que se volvió pronto, pero en el que jugó a otra cosa. Aquel juego de jugones, de toque, de tenerla, de distracción hasta que apareciera la jugada, se ha ido con el verano. Albelda donde estuvo Xabi Alonso, Ra l donde debería haber estado Xavi Hernández, Cesc solo, Iniesta con cuentagotas.

Eso fue lo peor: el salto atrás. Y alguna otra cosa, como el aire general de componenda. Jugó Reina porque había que compensarle todavía por el partido de Arabia, que se le concedió a Cañizares. Puyol y Xavi Hernández se escaquearon con la complicidad panoli del doctor Borrás, uno de tantos paniaguados del villarato, y no tuvieron ni la cortesía de disimular. Al mediodía los vimos en el telediario de Antena 3, entrenándose afanosamente, con brío y aplicación, con los cinco sentidos puestos en la Supercopa. Un partido en estas condiciones no se puede afrontar con fe, y eso fue lo que ocurrió.

Aparte del aburrimiento y del mal rollo, me asalta un temor: que Luis se haya desinflado. El Luis líder y atrevido que encabezaba a este grupo camino del Mundial da ahora otra imagen. Cita a todos pero se deja quitar a dos. Lleva a Oubiña y el partido le arruga tanto que no se atreve ni a meterle por Albelda. Se olvida de la apuesta del toque. Se mimetiza, en realidad, con el aire de conformismo general, de absurdo colectivo, de esperpento sin otra cosa a reseñar que el centenario de Raúl, que hubiéramos deseado más feliz. En fin, Gasol y los suyos calientan las manos en Japón. Eso va a merecer más la pena.

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