Duele menos perder ante un tipo así

Y lo alto del podio, la más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores: Landis. El bizarro pelirrojo que escapó del plácido y bucólico ambiente de la comunidad menonita para cabalgar el mundo sobre un caballo de acero. Un buen ciclista. Duele menos perder ante un tipo así, que si un día se derrumbó y cedió diez minutos supo al siguiente jugarse una carta de héroe y le salió bien. A Óscar Pereiro le faltó equipo para seguirle: sus escoltas se reventaron sin conseguir otra cosa que ver cómo la ventaja se iba a nueve minutos. A Sastre y Kloden no les faltó equipo, sino algo más importante: cabeza.

Pereiro no ganará este Tour, pero ha entrado en nuestros corazones. Ganando o perdiendo su sonrisa estuvo ahí. Lo primero que hizo ayer tras bajarse de la bici fue ir a abrazarse con su excompañero Landis. Los dos han sido los referentes de este Tour exagerado, este Tour de desmayos y resurrecciones, este Tour (espero) sin jeringuillas que repongan cada noche los desgastes de la tarde anterior. De ahí los altibajos y la emoción, de ahí la falta de control de la carrera, de ahí la gracia de este Tour. Por comparación, los tiempos tan recientes de Armstrong y su abrumador dominio nos parecen muy aburridos.

Gana otro americano, sí. Ya me voy acostumbrando. La primera vez que ganó Lemond me sentó mal, confieso. Y no por una reacción de antiamericanismo al uso, sino porque siempre había tenido el Tour como una fiesta casi íntima de la Europa occidental. Pero ya no lo es. Aquí hay australianos, colombianos, kazajos, ucranios y de todo, y bienvenidos sean. Y hay americanos. Entre ellos, este tipo de la perilla afilada, los ojos de zorro y esa tenacidad del colono que viaja al Oeste, ven al Oeste, muchacho, y ayuda a hacer un gran país. Una vez hecho el gran país, se ha venido aquí a hacer un gran Tour de Francia.

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