Eterna Italia, entre el cielo y el infierno

¡Qué hermosa prórroga! ¡Qué gran Italia! Tenemos muy arraigado el hábito de menospreciar el fútbol italiano. Por calculador, por su exceso de cientifismo, por egoísta. Y mucho de eso ha mostrado a lo largo de la historia, para lo malo y para lo bueno. También para lo bueno. Porque allí, en Italia, el fútbol ha tenido un desarrollo táctico y físico superior, y de allí han salido soluciones que han servido a todos. Soluciones buenas, si no se abusa de ellas. Pero Italia no es sólo pizarra y máquinas, egoísmo y cálculo. También ofrece jugadores brillantes. Y competitividad. Y heroísmo si se da el caso.

Y ayer se dio el caso. En una hermosa prórroga limpió a Alemania, con dos goles precedidos de dos remates al palo. Ya había sido más durante todo partido, pero fue mucho más en la prórroga. Quizá Alemania estaba demasiado cogida por los pelos, sin Frings, cuya ausencia descabaló todo. Pero es que Italia está siempre ahí. Su fútbol sobrenada hasta muy arriba en casi todos los mundiales, y nunca ha cedido en estos trances ante el otro gran fútbol de Europa: el alemán. Su victoria de ayer reivindica sus virtudes, esas que sólo saca a relucir cuando no le llega con lo otro. Ayer las sacó a relucir.

Una victoria que Italia acoge como lluvia en sequía, porque coincide con lo más profundo de la crisis del Caso Moggi. El fiscal pide unas penas tremendas. La Juve y el Milán, las dos grandes banderas del país, están en serio riesgo de descenso. Su hundimiento dejará muchos náufragos, de algunos de los cuales, por cierto, se podrá aprovechar el Madrid. Pero Italia es así, un país de exageraciones, como el mundo del fútbol. Una clasificación épica para la final de la Copa del Mundo, un caso pestilente de corrupción masiva en lo más alto del campeonato local. Italia. El fútbol no sería igual sin ella.

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