Señoras, señores, con ustedes... ¡Brasil!

Hoy se presenta Brasil y el Mundial cobra otro color. No hay nada comparable a Brasil en esto del fútbol. Ni en historial, ni en presente, ni en torcida, ni en garotas, ni en color, ni en alegría. Es la única selección que ha participado en todas y cada una de las fases finales. Es la única que ganó cinco títulos. Es la única que tuvo a Pelé. Es la única que tuvo a Garrincha. Es la única que ahora tiene a Ronaldinho, a Ronaldo, a Adriano, a Kaká, a Roberto Carlos... Es la campeona vigente. También campeona de la Copa de las Confederaciones, invento reciente que se disputó allí, en Alemania. Es la mejor cara del fútbol.

Suele decirlo Menotti: "¿Qué es eso que llaman jugar práctico? ¡Nadie ganó más mundiales que Brasil!" Y ese es el gran valor de la verdeamarelha: que sostiene en lo alto el valor del fútbol hecho desde los jugadores y para los jugadores. Por supuesto que tiene orden. Hace años que suele guardar la viña con dos medios de contención, dos dungas. Pero sobre ese eje de gravedad montan su fiesta un grupo de alegres virgueros que disfrutan con el balón, que sienten la libertad y la alegría de jugar al fútbol. Porque al fútbol se juega. Nadie dice: "Vamos a correr al fútbol". Se dice: "Vamos a jugar al fútbol".

Claro que Brasil no ha ganado todos los mundiales. Pero entre los que no ha ganado abundan aquellos en los que traicionó su estilo, por culpa de algún seleccionador errado (¿o es con hache?), y son excepción aquellos que no ganó jugando en su ley, como fue el caso de España. Aquel no lo ganó, no, pero dejó en el recuerdo de este país el magnífico juego de Sócrates, Zico, Toninho Cerezo y Falcao, la calidad de Leandro y Junior en los laterales, los zambombazos de Eder. Jugando a su manera, Brasil siempre gana. Gana aun cuando pierde, pero además es que gana más veces que ningún otro.

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