Europa-América, el pleito del Mundial

Kissinger, buen aficionado al fútbol, escribió años atrás un interesante artículo en el que desarrollaba la teoría que los pueblos juegan al fútbol con el mismo estilo con que viven, con que hacen la guerra, con que organizan sus estados. Fútbol como prolongación de una cultura, de una forma de ser, de un sentir colectivo. Eso es lo que me gusta de la Copa del Mundo. Quizá no sea superior al fútbol de clubes. Es difícil asegurar que Brasil sea mejor, por ejemplo, que el rutilante Barça de este año. Cierto que es imposible enfrentarlos, porque ¿qué haríamos con Ronaldinho? Creo que ustedes me entienden.

Pero el fútbol de clubes (el de los clubes ricos de Europa occidental, que es el que disfrutamos) es un fútbol ecléctico, que trae lo mejor de aquí y de allá, en busca de una mezcla perfecta. Pero al tiempo es un fútbol, por eso mismo, un tanto desnaturalizado. Un Mundial, sin embargo aún nos permite distinguir entre escuelas. Y aunque el fútbol ha ido eliminando diferencias por el intenso contacto de unos con otros, todavía existen, y no desdeñables. Aún es más técnico el fútbol americano, más físico y táctico el europeo, y dentro de eso más calculador el italiano, más arrojado el inglés, más tenaz el alemán...

Y aunque poco a poco surge el África negra, con otra propuesta, apoyado en una base física tremenda, el gran pleito pendiente ante cada Mundial sigue siendo la rivalidad Europa-América. Gana América por nueve títulos a ocho, y eso que ha gozado de muchas menos participaciones. (Es que aún se parte y se reparte desde la vieja Europa). Ningún europeo ganó un Mundial en América. Sólo Brasil lo ha hecho en Europa. También Brasil ganó el único disputado en terreno neutral, el último, en el Extremo Oriente. Brasil, jogo bonito, frente a Europa, ciencia, rigor y los mejores medios. Apuesten.

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