Torres. ¿Cuál es el valor de un símbolo?

El aficionado atlético está siempre inquieto con Torres, y ahora más. Desde hace años llegan ofertas por su traspaso, y altas, y hasta ahora las ha resistido el club. Pero cuando están en marcha los fichajes de Agüero y Rosicky, confirmado el de Pernía y en cartera alguno más, el aficionado se pregunta si todo ese dinero no saldrá de la venta de Torres. El club dice que no. Ya el año pasado gastó, gracias a un adelanto sobre la futura venta del estadio. Ahora podría ser de nuevo así, pero toda esa operación de venta de los terrenos y traslado sigue en una nebulosa. Y cada vez son más los que temen ver a Torres fuera.

Incluso para algunos no sería una mala operación. La cotización del jugador es alta, tanto que permitiría adquirir un paquete de buenos jugadores. Si se acierta, se podría por fin conseguir el equipo que devuelva al Atlético a la Champions. Con Torres no se ha logrado. Se consiguió el ascenso y el afianzamiento en Primera, pero falta algo. Torres es un jugador rápido, valiente y constante, con un atractivo mediático imponente, pero le falta una peseta para el duro: se le escapan muchos goles. Mano a mano con los porteros resuelve mal, y no ha mejorado apenas en ese aspecto desde que apareció.

Venderle para hacer equipo. Esa es la tentación. Él mismo, y se le nota en las declaraciones, empieza a estar cansado. Le gustaría verse rodeado de un mejor equipo, pero, ¿cómo comprar esos refuerzos sin venderle? En ese tormento vive el Atlético porque Torres, además de un buen delantero, es un símbolo. Todos los niños de Madrid que se han hecho del Atlético en los años del tirón galáctico han abrazado esa fe rojiblanca por el Niño Torres. Eso le hace ser más que un jugador, le hace ser un símbolo. Es difícil imaginar un futuro sin él, porque ha sido lo único que ha despertado ilusión en estos años grises.

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