Solución mala, pero las había peores

Al fin, el Sevilla-Barça aplazado por la lluvia se jugará una semana después de la última jornada. Una mala solución, que vulnera el antiguo acuerdo de que en las dos últimas jornadas se jueguen simultáneamente todos los partidos, para que no haya ventajas. El Sevilla jugará el último día sabiendo si un empate le vale, por ejemplo, para entrar a la UEFA (si no lo está ya como campeón) o incluso en la Champions. Pero quizá sea la menos mala de todas las soluciones. Pretender alargar la Liga una semana era inviable. Obligarles a Barça y Sevilla a cuatro partidos en ocho días era una solución troglodita.

Veamos el asunto con buena cara: estamos así por un lado por un fuerte aguacero, cosa que en un país seco siempre es bendición, y porque tenemos un representante en cada una de las dos competiciones europeas, con la mala coincidencia de que eran justo ellos dos los que se enfrentaban el día del aguacero. Claro, que hay más coincidencias. Los dos estaban en vísperas del partido de vuelta de semifinales, y a los dos les venía de perlas que el partido se aplazara. Y se les notó. Se les veía muy conchabados en el palco, hablando de Alves, mientras los operarios remoloneaban para salir a retirar el agua.

En realidad, se pudo jugar. Teixeira lo intentó, pero se rindió ante la postura de los dos equipos. Si hubiera puesto la misma tenacidad que mostró el día que se encanutó con que el Betis no podía salir de blanquiverde, no estaríamos como estamos. Sólo hubiera hecho falta levantar las vallas publicitarias para que el agua escapara. O si no, esperar un poco más de tiempo. Al fin y al cabo, esos dos equipos ya jugaron una vez en la medianoche, por capricho culé. En fin, sirva de lección para otra vez: el árbitro debe apurar todas las posibilidades de que el partido se juegue. No lo digo yo, lo dice el Reglamento.

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