Saquen las grabaciones y expúlsenlos

Una y otra vez hay que recordarlo, una y otra vez los clubes lo olvidan: con los ultras no se puede ir ni a cobrar lotería. El primer gran acierto de Laporta fue ese: darles la espalda sin equívocos, aun a riesgo de que se la cosieran a puñaladas. El gran error del dúo Cerezo-Miguel Ángel Gil (y de otros en otros clubes, antes y ahora) es pensar que los ultras, al fin y al cabo, pueden no ser tan malos. Que animan, que alegran el campo con sus colores y que tratándoles se les puede controlar. A los que piensan así les sobreviene cada equis tiempo un bochorno de estos, que pone al club en vergüenza. A los ultras hay que identificarlos y expulsarlos.

Para eso hay unas cámaras que se supone que lo ven todo y lo graban todo. Hay un centro operativo en Madrid, inaugurado en su día por todo lo alto por el mismísimo Aznar, desde el que se puede seguir en directo el comportamiento de las zonas ultra de todos los campos. No se abre, porque la Liga y la Policía discuten sobre quién tiene que pagar el operativo, y así seguimos. Se supone que en cada campo se sigue a los propios ultras, que se les graba, que se les puede identificar. Pero confiar a cada club la vigilancia y represión de sus ultras es mucho confiar. En demasiados casos hay conexiones afectivas e indeseables entre ambas partes.

En el Atlético, desde luego, las hay. Ya se vio en el caso del asalto de los ultras al entrenamiento del propio equipo, el mismo día en que casualmente no estaba el jefe de seguridad del club. Y si no es así, ahora tienen Cerezo y Gil una oportunidad de demostrarlo, sacando a relucir las grabaciones, identificando a los indeseables, dándoles de baja, apartándoles. La FIFA lo exigirá en breve. Su plan es, en estos casos (y en los de gritos racistas) restar los puntos al club, salvo que aparezcan y sean castigados los culpables directos. Eso es lo justo: individualizar el delito, individualizar el castigo. Bueno, pues empecemos ya, señores Cerezo y Gil.

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