Alonso: un año como líder del Mundial

Curioso: ninguna abuela rural sería capaz de echar dos veces sal en el cocido. No se conoce el caso. Y sin embargo, en el mundo de la Fórmula 1, donde todo está medido hasta la micra, donde cada electrón está registrado y tiene su tarea adjudicada, sí es posible echarle dos veces gasolina a un coche. Una chapuza tan monumental nos acerca, en el fondo, un poco más a ese mundillo, que parecería tener resueltas de antemano todas sus cuitas en ordenadores de ultimísima generación, pero en el que aún puede filtrarse, por no se sabe qué recovecos, ese hermoso modo de imperfección que conocemos como fallo humano.

Y gracias a ello tuvimos carrera. Si no es por eso, no sería difícil suponer que Alonso hubiera encabezado la parrilla de salida y, consiguientemente, hubiese rodado solo en cabeza, sin sobresaltos ni emociones. Pero con lo que ocurrió salió séptimo, nos regaló una salida antológica que le hizo aparecer ya tercero tras el paso de la primera curva (liquidados los dos McLaren y los dos Williams). Luego mantuvo a raya a Webber en condiciones difíciles, por el alto peso de combustible, que le hacía perder velocidad y le obligaba a cuidar neumáticos. Hasta la primera parada. A partir de ahí todo se regularizó, ganó otro puesto, a Button, y acabó segundo.

Es tan bueno y el coche va tan bien que verle un día segundo ya nos sabe a poco. Pero hay otra manera de mirarlo: le sacó cinco puntos más a Schumacher y otros ocho a Raikkonen, que no pudo terminar. Ya los tiene a siete y a doce respectivamente. Ellos dos son las referencias a vigilar, y en sólo un par de grandes premios los ha situado a una distancia considerable. El motor ha resistido las dos carreras, en Australia estrenará otro y el buen ritmo de Fisichella ayer no hace sino confirmar la buena tarea de Renault en invierno. Alonso cumple hoy un año como líder del Mundial y mantiene íntegra su ambición. Es un fenómeno.

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