El inevitable morbo en torno a Ronaldo

Se quejaba López Caro de que le preguntaran por qué no había convocado a Ronaldo. "¿Y por qué nadie me pregunta por Pavón?". Ahí van unas cuantas razones: porque Pavón no tiene dos balones de oro ni es campeón del mundo, porque no gana mil millones netos, porque no es famoso en toda la tierra, porque no ha dicho que el Bernabéu no le quiere, porque el capitán Raúl no ha declarado nada contra él, porque él no dijo cuando se fue Florentino: "Era el único en el Madrid que me apoyaba". Por esas razones y algunas más que me estaré olvidando es obligado preguntarle a López Caro por Ronaldo, y no lo es preguntarle por Pavón.

Ronaldo es diferente. Es refractario al entrenamiento y en los partidos sólo se mueve si ve posibilidad de hacer gol. No presiona la salida del rival, no disputa los saques de cabeza, no contribuye al tránsito del juego. (Cuando rara vez pretende esto último no mejora las cosas, porque no tiene soltura para ello). Es un especialista en la arrancada con terreno por delante. Para eso ha gozado de una velocidad descomunal y de una singular habilidad para quitarse los porteros de delante. También tiene un buen tiro desde el borde del área. A sus veintinueve años, sus defectos no son corregibles. Ha llegado hasta aquí haciendo eso y sólo eso.

Lo malo es que ha pasado el tiempo, no ha cuidado su condición natural de deportista extraordinario y empiezan a espaciarse más sus goles. Sus defectos son los de siempre, su explosividad y sus goles, menos. En el modelo de Florentino era inimaginable dejarle en el banquillo, pero Florentino ya no está y el núcleo duro de la plantilla empuja al crack fuera del equipo. López Caro tiene un grave dilema ante Highbury. ¿Salir con o sin Ronaldo? Entiendo su azoramiento, porque frente a la presión del bloque que quiere apartar a Ronie se eleva el recuerdo de aquellos tres goles en Old Trafford. Y de eso no hace tanto tiempo...

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