Cesc, Villa, el Mundial y el futuro

En el descanso estábamos un poco aburridillos, confesémoslo. Un partido muy de guante blanco, con aire amistoso y excesivo desinterés en los jugadores. Una España con un planteamiento un pelín reservón, 4-3-3, y una Costa deMarfil de cuya imponente planta física hubiéramos podido esperar algo más. Pocas llegadas a puerta, un gol en contra que dejó sensación de defensa alborotada y vulnerable y, eso sí, para compensar, un bonito gol, impecable combinación Luis García-Cesc-Villa. Un gol que nació en Inglaterra y que culminó el asturiano del Valencia, una feliz aparición donde más falta nos hace: en el ataque, en el gol.

La segunda parte fue de menos a más. Empezó mal, con un gol en frío de Costa deMarfil y el presagio de la primera derrota de la era Luis, porque el equipo seguía dormido. De repente se despertó. No sé si lo despertaron los cambios o la entrada de Sergio Ramos a Drogba, que fue como un clarinetazo para despertar a todos, a los unos y a los otros. O la extravagante jugada de Casillas, que primero perdió el balón en un pase con el pie de los que sólo Cruyff se atrevía a intentar, y luego enmendó el fallo con una volada de las que sólo él puede hacer. El caso es que el partido se fue viniendo arriba, y con él España, que acabó ganando.

Y acabó ganando con un equipo más bonito, en 4-2-3-1, con Senna y Cesc en la media, Joaquín-Morientes-Reyes en la segunda línea y Villa arriba. Antes de irse, Torres había dejado su tarjeta en un tirazo al palo, a pase de Villa. Combinan bien estos dos, me da la impresión. Y combina bien Cesc con todos. Él, estreno absoluto, y Villa, la confirmación de la noche, son las últimas caras felices de una selección que se rejuvenece, que tiene 23 años de edad media y un capitán de 24. Y que tiene genio para rebelarse contra una derrota. Guardó lo mejor para el final, pero con eso alcanzó para una victoria que nos deja muy buen cuerpo.

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