La cantera al asalto de los banquillos

Conocí anteayer a Pepe Murcia y me produjo la misma primera impresión que en su día López Caro. Hombres humildes, ilusionados, conscientes de que las circunstancias les han colocado ante una gran oportunidad y decididos a pelear por el triunfo. Pero a pelear donde se debe hacer: en el campo de entrenamiento, en el trabajo de cada día, en el difícil cálculo de la suma de egos, de virtudes técnicas y físicas y del entramado de relaciones que hay que cuadrar para sacar de una plantilla un equipo. Jornaleros de la gloria, futboleros con largo aprendizaje en campos de tierra. Caras nuevas en un mundo donde abunda la fatuidad.

Hombres de cantera, en fin, de ese subsuelo de los clubes de donde sólo puede esperarse algo bueno. Lo he escrito algunas veces: el recurso a la cantera produce indefectiblemente un efecto benéfico. Los chicos que saltan al primer equipo reciben la benevolencia de sus compañeros, el favor del público, la indulgencia de la crítica. Su presencia cambia la atmósfera y permite que se renueve la confianza general. Y ese afecto es duradero. Ningún galáctico ha desplazado a Raúl del corazón de la afición madridista. Nadie en los últimos años ha reclutado tantos nuevos aficionados para el Atlético como el Niño Torres.

Ese mismo aire entre ingenuo y decidido con que suben los canteranos al equipo lo veo en estos dos entrenadores, que no van de virreyes sino de trabajadores leales a un club y a una idea. A López Caro le va saliendo bien. El equipo trabaja más y eso es vital. Ha aproximado a Zidane y a Guti, feliz mezcla. Aún están por venir los días de las elecciones difíciles, cuando se le junten, sanos y en forma, los que ahora faltan con los que ya están. Pero de momento va muy bien. Ahora arranca Pepe Murcia con un calendario de aúpa: Zaragoza dos veces, el Depor en el Manzanares, el Camp Nou... Ahí es nada. Pero convendrá darle tiempo. Merece la pena.

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